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estuvieran inconscientes o semiconscientes, tirados por el barro?
¿Y dónde estaba Gabe?
Llegó a la casa que había compartido con Tate y Gabe y, por un momento, tuvo miedo
de subir los escalones del porche y llamar a la puerta con los nudillos, al modo humano.
La casa estaba cerrada y parecía bien cuidada, pero..., ¿quién viviría ahora en ella?
Un hombre armado con un rifle salió al porche y miró hacia abajo. Era Gabe.
 ¿Habla usted inglés?  inquirió, apuntando con el arma a Akin.
 Siempre lo he hablado, Gabe.  Hizo una pausa, para dar tiempo al hombre de
mirarle bien . Soy Akin.
El hombre se quedó contemplándolo, estudiándolo primero desde un ángulo, luego
moviéndose un poco para verlo desde otro. Después de todo, Akin había cambiado, se
había hecho adulto. Gabe seguía teniendo el mismo aspecto.
 Temí que estuvieras en las colinas o en otro poblado  dijo Akin . Nunca tuve la
preocupación de que no me reconocieras. Y he vuelto para cumplir una promesa que le
hice a Tate.
Gabe no dijo nada.
Akin suspiró y se dispuso a esperar. No era probable que nadie le disparase mientras
se mantuviese quieto, con las manos a la vista, nada amenazador.
Se fue reuniendo gente alrededor de Akin, esperando algún signo de Gabe.
 Regístralo  le dijo Gabe a uno de ellos.
El hombre pasó burdamente sus pesadas manos por sobre el cuerpo de Akin. Era
Gilbert Senn. En otro tiempo, él y su esposa Anne habían estado del lado de Neci en la
opinión de que los tentáculos sensores debían de ser eliminados. Akin no le habló, sino
que siguió esperando, con los ojos fijos en Gabe. Los humanos necesitaban la mirada
visible y fija de los ojos. Los machos la respetaban y las hembras la hallaban sexualmente
interesante.
 Dice que es el crío que compramos hace casi veinte años  dijo Gabe a los
hombres . Dice que es Akin.
Los hombres miraron a Akin con hostilidad y sospecha. Él no dio indicación alguna de
darse cuenta de ello.
 No tiene gusanos  dijo un hombre . ¿No debería de tenerlos ya?
Nadie le respondió. Akin no lo hizo, porque no deseaba que le dijesen que estuviese
callado. Sólo llevaba puestos unos pantalones cortos, igual que iba vestido cuando esta
gente lo conocía. Los insectos ya no le picaban: había aprendido a hacer que su cuerpo
les resultase de mal sabor. Era moreno, casi bronceado, bajito, pero claramente no débil.
Y, desde luego, no estaba asustado.
 ¿Eres ya un adulto?  le preguntó Gabe.
 Todavía no  le respondió en voz baja.
 ¿Por qué?
 Porque aún no tengo la edad para ello.
 ¿Por qué has venido aquí?
 Para veros a Tate y a ti. Fuisteis mis padres por un tiempo.
El rifle tembló un poco.
 Acércate más.
Akin le obedeció.
 Enséñame la lengua.
Akin sonrió, luego le enseñó la lengua. Seguía pareciendo tan poco humana como
cuando Gabe la había visto por primera vez.
Gabe se echó hacia atrás, luego inspiró profundamente. Dejó que el rifle apuntase al
suelo.
 Entonces, eres tú.
Casi tímidamente, Akin tendió una mano. A menudo, los seres humanos se
estrechaban las manos. Varios se habían negado a estrechar la suya.
Gabe tomó la mano y la estrechó, luego agarró a Akin por ambos hombros y lo abrazó.
 No puedo creerlo  decía una y otra vez . ¡Joder, es que no puedo creerlo!
Luego les dijo a los hombres:
 No pasa nada. ¡Realmente es él!
Los hombres contemplaron la escena por un momento más, y luego comenzaron a
dispersarse. Contemplándolos sin volverse, Akin tuvo la impresión de que estaban
desilusionados..., que hubieran preferido darle una paliza, quizá matarle.
Gabe llevó a Akin al interior de la casa, donde todo seguía igual: fresco, oscuro y
limpio.
Tate yacía en un largo banco que había contra una pared. Volvió la cabeza para
mirarle, y Akin leyó dolor en su cara. Naturalmente, no le reconoció.
 Se cayó  explicó Gabe. Había gran dolor en su voz . Yori ha estado cuidando de
ella. ¿Recuerdas a Yori?
 La recuerdo  contestó Akin . Y recuerdo que, en cierta ocasión, Yori dijo que se
iría de Fénix si la gente empezaba a fabricar armas de fuego.
Gabe le lanzó una extraña mirada.
 Las armas son necesarias, eso nos lo enseñaron los ataques de los bandoleros.
 ¿Quién es...?  preguntó Tate. Y luego, asombrosamente : ¿Akin?
Fue hacia ella, se arrodilló a su lado y le tomó la mano. No le gustó el ligero olor agrio
que desprendía, ni las arrugas alrededor de sus ojos. ¿Cuánto daño le habían hecho?
¿Cuánta ayuda soportarían ella y Tate?
 Sí, Akin  le hizo eco . ¿Cómo te caíste? ¿Qué pasó?
 Eres el mismo  le dijo ella, acariciándole el rostro . Quiero decir que aún no has
crecido.
 No. Pero he mantenido la promesa que te hice. He hallado..., he hallado lo que
puede ser una respuesta para tu gente. Pero antes, dime cómo te hiciste daño. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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